La capacidad de aguante del ser
humano es muy grande. Nos tenemos que enfrentar a lo largo de nuestra vida a muchos sinsabores: perdidas de seres queridos, frustraciones (fracasar cuando
se ha luchado mucho por buscar el éxito), perdida del puesto de trabajo porque
la empresa se viene abajo, enfermedades nuestras y de nuestros seres queridos,
accidentes que nos cambian la vida….
Muchas veces vemos a nuestro
alrededor desgracias que consideramos que nunca nos van a pasar a nosotros,
pero a muchos al final nos acaban pasando y en la mayor parte de las ocasiones
las afrontamos y nos adaptamos a lo que nos toca.
Sin embargo hay situaciones que
considero que tienen un valor añadido y a las cuales es más difícil que nos
adaptemos.
Es difícil adaptarse cuando el
daño es cómo si dos rocas chocaran y te pillaran en medio.
Me refiero a cuando las
penalidades vienen causadas por culpa de alguien y no tienen razón de ser. Cuando
alguien pasa de nosotros, no nos
respeta, decide sobre lo que tenemos que tragar. Cuando hay una falta de
cariño, de comprensión, de consideración hacia nuestros sentimientos.
Necesitamos sentir que
importamos, y creo que puede resultar más fácil en ocasiones que te amputen una
pierna si estás acompañado y sientes el apoyo de los que te rodean y de la
gente en general… con lo horrible que puede ser la situación. Que cuando nos
pisan, nos ignoran, nos atropellan y sentimos que nos anulan.
Hoy leía un artículo en el Periódico
del Prat en el que denunciaban que la gente que vive allí y tiene como lengua
el castellano, no es que se sienta atropellada por el catalán sino que también
se siente anulada y atropellada por la cultura árabe. Incluso a niños que
llevan su bocadillo de jamón a la escuela para almorzar, los niños árabes no se
lo dejaban comer, imponían su cultura. Estás en tu país, sigues tus costumbres
y ves cómo incluso en la vida cotidiana alguien tiene que imponer lo que él
considera, sin respetarte, sin tenerte en consideración. La gente que vive allí
y no es nacionalista no sólo se siente aplastada por el nacionalismo sino también
por las culturas intolerantes que vienen del exterior. ¡Es muy difícil adaptarse
a esas situaciones!
¡No son justas! ¡Te anulan! ¡No
te respetan!¡Sientes el desprecio de los demás!¡Sientes la falta de
consideración!
Del país vasco que voy a decir
que no se sepa, mucha gente se ha ido a vivir a otros sitios por la presión.
Ahora han sacado oposiciones y aunque no me he leído las
convocatorias supongo que se exigirá el euskera batua o al menos puntuará a la
hora de obtener la plaza. Los euskaldunes de toda
la vida, no hablan batua. Sí pueden hablarlo los hijos de andaluces, extremeños
o noruegos que hayan estudiado en una ikastola.
Y para ellos, para los que han
apoyado todos los sinsentidos del “conflicto vasco”, para ellos serán las
plazas que se han convocado. El tan anhelado trabajo estable será para ellos. Unos se tienen que
marchar de su tierra, a otros los matan y otros consiguen el bien más preciado
en estos tiempos por pasar por un aro absurdo que no conduce a nada, más que a
desgracias y a llenar periódicos todos los días.
En Navarra, ahí andamos, también
hay mucha absurdez, mucho fanático. De momento vamos campeando el temporal. En
la zona norte se habla vasco, pero el vasco que se habla por televisión, los
abuelos que casi no sabían hablar castellano, no lo entendían… (No sé si a día de hoy quedará ya ninguno de
estos abuelos)
En España se hablan varios
idiomas: catalán, gallego, valenciano, vasco… Pero de un vasco a otro
hay una diferencia mayor que del castellano al catalán. El sinsentido es
mayor si cabe.
Y entre los colmos de las
desconsideraciones, está el papel de la mujer en el
mundo en general y por más conocido, en el
mundo que vivimos nosotros.
Por lo que tenemos que pasar las
mujeres es tan cotidiano como increíble: la falta de respeto,
consideración, cariño… es algo con lo que vivimos sin darnos por enteradas.
Muchas veces ni nos damos cuenta, lo tenemos tan asumido.
Si no somos bellas somos
despreciables, si no somos inteligentes, somos despreciables, si no somos
independientes, somos despreciables, si pretendemos sobresalir en nuestras
carreras a costa de nuestra familia, somos despreciables.
Tenemos que ser guapas, altas,
buenos tipos, jóvenes, con carrera, con trabajo, con pareja estable, con un
hijo al menos, buenas cocineras, amas de casa, comprensivas, divertidas… no
terminamos de destacar en nada… y mira que no será porque la sociedad no nos
apoya, sobre todo los hombres… tú delante, faltaría más (para entrar en el
ascensor y si es un caballero).
Cuando ya tienes una edad, quien
más, quien menos, asume sus carencias, pero el listón
está excesivamente alto. Tenemos que conseguir muchas más cosas que los hombres
y nos ponen muchas más dificultades.
Y además de la discriminación que salta a la vista, hay mucha que no se ve, de la que no se habla, que se da por supuesto que no existe. En la administración, por ejemplo, a la hora de aprobar una oposición. Para determinadas plazas, también hay una discriminación indecente en muchos lugares.
España está como poseída del espíritu nacionalista y autonómico, que es el que nos ha llevado a la ruina. Y tiene un gran complejo ante la subcultura musulmana. Y digo subcultura porque la cultura es lo que hace más libre, más culto y más rico. Y la musulmana es colectivizadora y antidemocrática. Reduce el valor jurídico de la mujer frente al hombre, la condena a muerte por adulterio y considera que la ley de Alá está por encima de las leyes democráticas.
ResponderEliminarLo peor es que aún estando al borde de la quiebra, no parece que haya mucha voluntad de rectificación. Claro, que gracias a las Autonomías hay puestos cuasi infinitos para cargos políticos. Unos 450.000 en España, el triple que Alemania que tiene el doble de población. Y Alemania tiene demasiados. La de dieu.